Actualmente el mundo se enfrenta, quizás, a uno de sus mayores retos, uno que amenaza la prosperidad y estabilidad de las naciones: la corrupción.
Es imposible negar que la presencia de la corrupción tiene repercusiones negativas en todos los ámbitos y está profundamente ligada a los muchos conflictos que se presentan en la sociedad, así como podría ser el origen de la inestabilidad de organizaciones políticas, de la economía, instituciones democráticas e incluso del mismo Estado.
En palabras de la presidenta del Consejo Económico y Social de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Lachezara Stoeva, con motivo de un encuentro que busca “aprovechar el poder transformador del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 16”, que busca promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas, “La corrupción tiene efectos perjudiciales para el desarrollo sostenible en todos los países y su coste es abrumador”. Entonces, esto nos lleva a preguntarnos ¿Cuán preocupante este tema para los bolivianos?
Un mal que toca a la realidad boliviana
La corrupción es un término que no es ajeno a la realidad del país, es más, además de ser catalogado como un mal global, es considerado como el tema más alarmante para, al menos, el 55% de los bolivianos que fueron entrevistados por el Monitor de Opinión Pública de Ipsos CIESMORI. El desempleo (54%) y el crimen y la violencia (30%), ocupan el segundo y tercer lugar en ese listado de preocupaciones.
Esta actitud local no es para nada irregular, más cuando datos de la ONU revelan que la corrupción, el soborno, el robo y la evasión de impuestos cuestan alrededor de $ 1,26 billones por año para los países en desarrollo; esta cantidad de dinero podría emplearse para ayudar a aquellos que viven con menos de $ 1.25 al día o por encima de $ 1.25 durante al menos seis años.
Más allá de las cifras económicas, también se debe puntualizar que la corrupción tiene un coste que no se limita al ámbito financiero (como se mencionó líneas arriba), sino que también favorece a la desigualdad, acrecentar la pobreza, mientras se socava la estabilidad política y económica.
Los hombres, los más preocupados
Al abordar la problemática de la corrupción y todo lo que esta acarrea, se puede realizar una diferenciación de percepción en lo que refiere a género. En este caso, es necesario destacar que, para los varones, en un mayor porcentaje (61%), la corrupción y escándalos financieros o políticos tiene un mayor grado importancia y por ello, este tema les preocupa más.
En el caso de las mujeres (51%), esta temática no despierta su preocupación al mismo nivel que en los hombres, lo que en el fondo vendría a ser algo paradójico; puesto que en palabras de la presidenta del Consejo Económico y Social de la Organización de Naciones Unidas (ONU), “las mujeres, los pobres y los grupos vulnerables son los más afectados por la corrupción y que, cuando nos encontramos a la mitad de implementar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, urge acelerar la implementación de los Objetivos, un desafío que considero complicado ya que la corrupción se interpone en nuestro camino”.
Definitivamente, el fenómeno de la corrupción es particularmente relevante tanto a nivel global como a nivel local, como lo demostró el Monitor de Opinión Pública de Ipsos CIESMORI; por tanto es vital que los países apliquen diversas medidas anticorrupción (cambios legislativos y de normas), así como de concienciación para la población y líderes sectoriales, sin dejar de lado el aprovechamiento de las tecnologías de comunicación e información, que realmente podrían incidir de forma positiva en la disminución de este delito.